EL CUERPO
EMOCIONAL
La
energía del cuerpo emocional puede extenderse a varios metros de distancia en
torno a la persona. Toda emoción se irradiará en su aura correspondiente a
través del cuerpo emocional. Este proceso se produce fundamentalmente a través
de los chakras, y en menor medida a través de los poros. El aura emocional está
inevitablemente en movimiento. Junto a las peculiaridades del carácter
fundamentales y relativamente constantes que se reflejan como los colores
esenciales permanentes del aura, cada sentimiento instantáneo, cada estimulo
del ámbito de las emociones, se reflejará en el aura. Es un juego
indescriptible de colores irisados que cambian constantemente con toda clase de
matices. Por ejemplo, emociones como la angustia, la furia, la opresión y las
preocupaciones generan en el aura figuras nebulosas oscuras. Cuanto más abre
una persona su conciencia al amor, la entrega y la alegría, más claros y
transparentes son los colores que irradia su aura emocional.
Ninguno
de los otros cuerpos no materiales marca con tanta fuerza como el cuerpo
emocional la visión del mundo y de la realidad del hombre medio. En el cuerpo
emocional se hallan almacenadas, entre otras, todas nuestras emociones no
liberadas, las angustias y agresiones conscientes e inconscientes, las
sensaciones de soledad, rechazo y falta de autoconfianza, etc.: emiten sus
vibraciones a través del aura emocional y transmiten el mensaje inconsciente
que enviamos al mundo exterior. Y aquí es donde se realiza el principio de la atracción
mutua. Las frecuencias energéticas que emitimos atraen vibraciones energéticas
iguales del entorno y se unen con ellas. Esto significa que, con frecuencia,
nos encontraremos con personas y circunstancias que precisamente reflejan
aquello que nosotros queremos evitar o de lo que queremos librarnos
conscientemente, o aquello que tememos.
De esta forma, el entorno nos sirve como espejo para todos aquellos elementos
que hemos relegado desde nuestra vida consciente a las áreas del inconsciente.
Efectivamente,
los sentimientos no liberados del cuerpo emocional aspiran a mantenerse con
vida y a crecer dentro de lo posible. Así nos llevan una y otra vez a
situaciones que se encargan de repetir las vibraciones emocionales originales,
puesto que esas vibraciones son como su alimento.
La
frecuencia de la angustia en una persona atrae situaciones en las que ve
confirmada una y otra vez su angustia. Si esa persona encierra en si
agresiones, siempre encontrará personas que exteriorizan las vibraciones de
furia y agresión. Por ejemplo, si nos hemos propuesto no decir palabrotas en
determinadas situaciones, pero sin haber liberado la agresión dentro de
nosotros, puede suceder que alguien de nuestro alrededor comience
inesperadamente a decir palabrotas.
El pensamiento
consciente y los objetivos mentales del cuerpo mental tienen poca influencia
sobre el cuerpo emocional, que sigue sus propias leyes. El cuerpo mental puede
dirigir el comportamiento hacia el exterior, pero no suprimir las estructuras
emocionales inconscientes.
Así, por
ejemplo, una persona puede aspirar conscientemente al amor o el éxito, e inconscientemente
irradiar frecuencias energéticas contradictorias de celos y falta de
autoconfianza, que le impedirán alcanzar su objetivo consciente.
Las estructuras
emocionales continúan existiendo siempre que no se liberen, puesto que el
cuerpo emocional perdura. Las experiencias no liberadas almacenadas en el
cuerpo emocional determinan en gran medida las circunstancias de la nueva vida.
Cuando hayamos
comprendido realmente y de una vez por todas estas relaciones, debemos cesar
obligatoriamente de vernos en el «papel de víctimas» y de atribuir la culpa de
nuestras debilidades y miserias a otras personas o a las circunstancias. Eso
significa en si mismo una gran liberación, puesto que entonces ya sabemos que
tenemos gran parte de nuestro destino en nuestras propias manos, y podemos
empezar a cambiar nuestra vida cambiándonos a nosotros mismos.
La mayor
proporción de «nudos emocionales» del cuerpo emocional se encuentra localizada
en la zona del chakra del plexo solar. Este chakra nos proporciona el acceso
más directo a nuestras estructuras emocionales a través de la vivencia
inmediata. Sin embargo, si queremos percibir y conocer estas estructuras
mediante el entendimiento consciente, debemos traspasar los contenidos del
chakra del plexo solar con la forma de manifestación suprema del cuerpo mental,
la visión intuitiva, a la que tenemos acceso a través del chakra frontal. Pero
ni siquiera esto significa una liberación real. Una disolución de las
estructuras emocionales sólo puede producirse a través del cuerpo espiritual,
que manifiesta la sabiduría, el amor y la bendición de nuestro yo superior,
permitiendo al mismo tiempo conocer las relaciones interiores partiendo de la
visión universal y holística de dicho yo. Este vínculo podemos establecerlo a
través del chakra del corazón y del chakra coronal.
El yo superior
no enjuicia, no divide las experiencias en «buenas» y «malas». Nos indica que tenemos
que recorrer determinadas experiencias sólo para comprender qué sentimientos y acciones
tienen como consecuencia una separación de la mente divina original, causando con
ello sufrimiento, y para comprender y aprender a entender las leyes cósmicas
del equilibrio natural. En los ámbitos de la vida en los que hoy nos
consideramos «víctimas», en anteriores encarnaciones nosotros fuimos con gran
frecuencia los «autores».
También en la
terapia de los chakras tiene una importancia decisiva una actitud interior en la
que afirmamos todas las experiencias y contenidos del cuerpo emocional y en la
que contemplamos las imágenes y sensaciones que aparecen espontáneamente, sin
rechazar o enjuiciar nada de ello, puesto que de esta forma nuestro yo superior
puede asumir él «mando» e imbuir en todo nuestro ser las energías espirituales
de nuestro cuerpo energético supremo.
Cuando las
vibraciones de nuestro cuerpo espiritual se unen con el cuerpo emocional y lo penetran,
éste comienza a vibrar más rápidamente y empieza a expulsar las energías negativas
almacenadas, que tienen frecuencias menores. Con ello perdemos el recuerdo emocional
de estas experiencias y podemos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás.
A medida que
aumenta la disolución de las estructuras emocionales estancadas, el cuerpo emocional
comienza a irradiar profundos sentimientos de amor y de alegría incondicional.
El aura emocional luce con los colores más claros, intensos y transparentes, y
los mensajes que emite al entorno atraen la felicidad y el amor. Una capacidad
rayana en lo milagroso para atraer todo lo deseado es la consecuencia natural
de un cuerpo emocional plenamente integrado que vibra con las frecuencias
máximas que le son posibles.
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